martes, 22 de mayo de 2007

Hablemos del rock, entonces...

Cuando por fín nos juntamos, después de ese verano movido e incierto de 1985, entendí que se trataba de una suerte de rescate. Por qué? fácil, cualquiera que conociera lo que era mi vida en esos días lo podría entender. No es que estaba en el quinto purgatorio, tampoco, pero rozaba el embole y la desilusión muy de cerca. Los primeros aprontes de una banda que vinieron con Tato y Fer, eran la ilusión de un horizonte más alto de lo que me auguraba mi realidad de vendedor de soda Chyc en motito. Haciéndole una fuerza imparable, logramos juntarnos a bosquejar algo, a empezar a tocar. Haciéndo un aguante impresionante también estaba Quique, el Melena, que intentaba pegarle algo de (no ya su virtuosismo) hace -tres-acordes-como-la-gente al Fer. Yo aporreaba una bata prestada por un no me acuerdo quién bastante poco rockerito en su traza, que no se como había confiado su instrumento (rotura de parche de bombo incluída). Todo se mezclaba en una piecita de adobe frente a la casa del Fer, que para nosotros era el Electric Ladyland Studio. Las canciones de a poco tomaban forma, dejabamos los covers (en esa época a nadie se le ocurría hacerlos) de lado y pronto sentímos que faltaba un cantante. En esos días yo cursaba dibujo publicitario en la escuela del AMAP y tenía un compañerito rocker simpático, que para mí daba. Como todos cayó por amiguismo más que por virtud. La cuestión es que Alfredito peló voz, actitud y todo! Ya eramos banda, faltaba un nombre, que no tardó en llegar: Napalm.
Con nuestro bagaje de ilusión y calentura rockera, seguimos juntándonos lo más que podíamos. Yo recibí la noticia de que nos íbamos a vivir lejísimo, a un menos que pueblo, y eso ponía en riesgo mi presencia en la banda. Además, seamos claros, no podia seguir con instrumento prestado, y no tardó en aparecer un boludo con batería propia (lo digo con algo de dolor del momento, no regrets, uh?) que me terminó desplazando de los ensayos de Radio Nacional primero, y de un sueño después.
Fue durisimo para mí. Me alejaba físicamente de mis amigos por una cuestión de domicilio, pero también perdia mis amigos en un pase cruel del destino. Sentía que realmente perdía todo, que me iba a perder yo en ese desierto donde me había tocado ir a parar. Atrás quedaban las noches en el Torombolo, esperando el bondi de la una de la mañana, el frío de la caminata hasta RN en la Emilio Civit, los puchos compartidos hasta la última seca...era todo boludo! Sólo me quedaba la mano amiga del Bocacho, quién pacientemente se iba hasta allá a verme a traerme noticia de aquellos ingratos que me habían dejado ir sin preguntar mucho...o al menos yo lo sentía así,
El tiempo después me mostró otra cosa (bien pibe...) porque la amistad de aquellos día es la más intensa que viví en mi vida, sin exagerar. Nunca más tuve una relación de hermandad como en aquellos días, por eso también sufría la pérdida, que por suerte no fue más que temporal, pero eso es otra historia.
Si te puedo decir que los grandes están de vuelta, y que nunca dejaron de estarlo. La mesa de los galanes está a la vuelta de la esquina...

2 comentarios:

tato maturano dijo...

Muchacho ciclista: juro por Sófcles y Palimpsesto que no recuerdo muchos detalles de ese batero que te reemplazó. Si me acuerdo que el que te prestaba la bata era "Carlitos Gallardo" que sólo Dios sabe en donde está ahora. Si sabemos con certeza que su hermana sigue estando tan rica como entonces. También recuerdo los ensayos en RN y uno de los más lindos es cuando me tocaron el Happy Birthday entre todos en esa piezucha de adobe... snif.
La seguimos en la esquina.

pit dijo...

No fué uno de los hermanitos Corvalán?...I think so...anyway ahora eso ya prescribió.
También me acuerdo de la hermana en cuestión, sí, gracias por traerla a mi memoria...