sábado, 4 de agosto de 2007

Todo mal...

Maltrecho, malherido, maldormido me tuve que volver más temprano de mi merecido descanso.
Malhumorado, maldiciendo, viajé todo el día pensando con lo que me iba a encontrar.
-Maldición- pensé, en el momento que llegué.
Ahí estaba la casa, maltrecha, maltratada, maliciosamente manoseada, por unos malhechores malditos que tuvieron la mala leche de ensañarse con nuestras cosas.
Malnacidos, hijos de mala madre, se alzaron con su botín malhabido, a fuerza de sus malas intenciones. Mala gente.
Y nosotros, que mala pata! Maldita suerte, pensaba, mientras miraba las cosas que, de mala gana, se habían quedado en el camino.
Pero bueno, mal que mal, no habíamos estado en casa y nadie salió lastimado, es decir, se evitó un mal mayor. Es como que a veces no hay mal que por bien no venga, y además ya se sabe, no hay mal que dure cien años (ni cuerpo que lo resista). Sépanlo: no tomaremos esto como parte de una mala racha, ni lo sueñen los pájaros de mal agüero, ni lo pronuncien las malas lenguas.
Tarde o temprano el mal rato pasará, y no transcurrirá mucho tiempo hasta recordar esto sólo como un mal sueño.
No me malinterpreten, pero es todo lo voy a decir al respecto.
(Malísimo!)

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