lunes, 3 de noviembre de 2008
Uno que zafo
La semana pasada llegó Marianela, la chica que cuida a Martín mis días de inglés, con este personaje mordiéndole los talones. Hizo varias cuadras siguiéndola tenazmente, sin perderle ni el ritmo ni una pisada. Así que no le costó entrar a casa con esa tenacidad. Por supuesto que la parte femenina de la casa empezó con los suspiros al tiempo que yo intentaba convencerlas de que sacarlo por la misma puerta que había entrado debía ser la mejor solución (aunque en el fondo, como escribí en mi album de Flickr, me mata que abandonen a un cachorrito tan pequeño). A la contraorden de echarlo para que siga su destino en el lugar de donde provenía, es decir la calle, continuó la actitud proteccionista de darle de comer y la idea de dejarlo en casa "hasta que consiga un hogar" De más está decir que no sirvió de nada recordarles que ya tenemos dos perros, que que pasaba si no encontrábamos a alguien pronto para que se lo quede y todos los argumento que se me ocurrieran en contra de aquella idea. Así que se quedó. Lo que yo pensé que se transformaría en una semana como mínimo, me sorprendió con lo contrario. En un esfuerzo estratégico-mailístico de my beloved wife, Cochino (que así apodamos a la bestia durante esos días) consiguió dueña. Final feliz para un perrito de la calle, abandonado apenas destetado por alguien que, ante el peso de la conciencia, pensaría que se las podría arreglar sólo.
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2 comentarios:
Lo hubieras engordado para navidad.
Era la idea...
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