miércoles, 23 de abril de 2008

Apaga la tele!


La expresión del momento. Cuando a Lu se le descarrila la voluntad académica o incurre en faltas graves hacia sus progenitores (quienes establecen los niveles de gravedad, obvio) la pena es: no tele durante X días. No somos los únicos, contrastando con otros padres conocidos, los métodos son similares...y hay que ver que realmente les duele.
Pero el criterio de imposición paterna muchas veces pasa por decir que cuando uno era chico no se moría si no veía tele...error. Tratar de emparejar esos días con la disponibilidad de programación, canales, especiales, películas, etc. es una tarea infructuosa. Los chicos de hoy saben que, prendan la tele a la hora que la prendan tendrán algo para ver, es ahí que lamentan un poco más la penitencia. No se atan a un horario determinado para ver algo concreto. Tampoco es que todo les dé lo mismo, pero la variedad de la oferta es tan grande que hace que siempre encuentren algo visible. La tele nuestra, en cambio, era bien acotada: algo en las mañanas (después de Telescuela Técnica ver Supercar o El Capitán Escarlata, y si se bancaba, durante el almuerzo Los Tres Chiflados por enésima vez) algo a eso de las cinco (dibus onda Pantera Rosa o algo de Hanna Barbera) y si se podía alguna serie, a saber: Swat, Starsky & Hutch, The Persuaders (o Dos tipos audaces) Combate, El Hombre Nuclear o alguna otra de esa calaña. Que amenaza, entonces, podía ser quedarnos sin ver tele? La cosa era que nos cortaran la bicicleteada, el picado en el potrero de la esquina, un asalto en la casa de alguna compañera de la escuela y en verano la escondida nocturna o la pileta. Si alguna vez nos prohibian eso, con causa, se entiende, seguramente no repetitíamos el motivo de tamaño castigo, no way. La tele no era programa sino hasta los más de doce, cuando te enganchaba una película, o con La Aventura del Hombre, o alguno de esos combos de deportes foráneos, o las miniseries argentinas de la nueva tele de la democracia del ´83. Ni que hablar de los musicales: PPM era lo más! poder ver a Paul Stanley y Ace Frehley bajando por unos ascensores gigantes machacando el riff de Detroit Rock City, o a Townshed estampando la Telecaster contra el piso en algún concierto en Londres era tocar el cielo con las manos. Más caretona era Música Total, donde pasaban a Lerner o, peor aún, a Roque Narvaja...huelgan los comentarios. Hoy, cable o DTV, más ponerte un dvd de lo que más te guste hace la tele adictiva para cualquiera. Con más razón a los pibes, que no ven mayor atractivo en los juguetes, los juegos de ingenio, mucho menos leer un cuento, un libro. Es tarea nuestra contagiarlos con los beneficios de la literatura, tan vilipendiados por estos días. Hacer que se enganchen con los libros o las revistas, llevarlos a las librerías que son un sitio piola ahora más que nunca (aguantado los precios...hay que verlo como inversión) y leer con ellos, pintar, dibujar, copados como en nuestras horas libres en la escuela. Tal vez así llegue el día en que, si los amenazamos con dejarlos sin tele les dé igual, no nos den bola y sigan leyendo a Cortázar sin sobresaltos...

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