viernes, 25 de julio de 2008
Firefighters
Todos los varones, de chicos, tenemos esos arranques de vocación instantánea que nos lleva a decir: quiero ser policía, o astronauta, o piloto de carreras. Entre esas un clásico es: quiero ser bombero. Yo arranqué por ese lado, y mantuve durante mucho tiempo la vocación con ilusión infantil. En San Miguel estaba el cuartel de los Bombero Voluntarios de General Sarmiento, el BVGS (32). Integrado sólo por personal voluntario, tenia una antena en el techo con una potentísima y estridente sirena que convocaba a sus integrantes cuando había una salida. La mayoría eran empleados y trabajadores que desempeñaban sus tareas por los alrededores, que corrían a enfundarse en sus capas y colocarse los cascos amarillos y saltar al autobomba que ya partía hacia el siniestro. Los niños, siempre admiradores de éstos, observábamos con total embeleso aquellos bólidos rojos con los valientes que iban a enfrentarse cara a cara con la desgracia. Ya el solo hecho de verlos colgados de los pasamanos de los camiones a semejantes velocidades inspiraban nuestro respeto y admiración. Ni te digo cuando veíamos que el motivo de dicha carrera estaba cerca y teníamos platea al incendio o el accidente, era simplemente genial. He pasado tardes enteras desde mis doce años, en ese cuartel donde se apiñaban media docena de vehículos de emergencia, que los llegué a conocer de memoria, como la 7, una camioneta Chevrolet americana tipo 350, autobomba con mangueras de lino y devanadera de manguera de goma y snorkel sobre el tanque; la 4, un enorme camión Dodge también autobomba, la 6, una DeSoto equipada para intervenir en accidentes como vehículo de rescate, o el 10, el camion cisterna. Conocedor de otras glorias, en tiempos pasados, estaba en un rincón, como descansando, el viejo Magirus con el número 3.
Y como haciendo tiempo, esperaba poder cumplir catorce para poder ingresar al primer escalafón: aspirante. Los dieciséis ya te recibian como cadete, y pasados los dieciocho eras bombero hecho y derecho. No quitaba que, aún en la edad más temprana, empezaras con tareas en las salidas, que se iban incrementando en importancia y riesgo con la edad y la experiencia. Me quedé fuera de ese mundo cuando mis viejos decidieron un futuro mejor para todos por este lado, cerca de la cordillera. Mi amigo Osvaldito si pudo seguir, cuando lo volví a ver, a los 16, ya era cadete y lucía con orgullo una quemadura química en el dorso de su mano derecha. Lo último que supe de él fue que estuvo de Superintendente de Bomberos de la Policía Federal...que tal?
Hoy, después de tanto tiempo cauno veo pasar un autobomba me surge el vértigo entusiasta y la admiración hacia esos bomberos, no me dejan de conmover un poquito, de alguna manera. Y bueno, no puedo evitarlo. Se que más de uno cuando mira al cielo y ve pasar un avión tiene un sentimiento parecido, o cuando ven una camara in car en un rally, o con un violero pelando tremendo solo...todos volvemos a ser niños en parte, para mantener la ilusión de que podemos ser...cuando seamos grandes.
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