Quién no tiene en su casa un tupper? amas de casa, estudiantes venidos del interior, oficinistas de horario corrido, deportistas metódicos en sus dietas, materos a ultranza que no viven sin su yerba con yuyos mezclada por ellos mismos, todos ellos y otras individualidades más caen en el uso de estos adminículos. Todos sucumbimos a ellos, todos, todos...claro! sin son fantásticos! Cuando descubrimos su cautivante practicidad no podemos negarnos a seguir comprando más y más hasta completar un arsenal incompletable de envasecitos de diverso tamaño, forma y color de tapas. La tentación a consumirlos es irresistible! y ahí es donde comienza a manifestarse su diabólica influencia sobre nuestras vidas...Trataré, con este ejemplo simulado, de demostrar qué hay de demoniaco en todo esto. El supuesto comprador y futuro usuario, a quien llamaremos Juan desde este momento, recibe una porción de tarta de espinaca que le da su madre para que tenga para la cena. Juan se niega al principio a recibirla, aduciendo que se desplaza en su bicicleta y que es engorroso el transporte de dicho manjar materno. Pero, al ver que la tarta está contenida en un vistoso envase de material sintético, encerrada al vacío, protegida del ambiente y cerrada con hermeticidad, no se contiene a aceptarla, deslumbrándose con semejante artefacto. Con el correr de los días Juan comprueba los beneficios del contenedor en cuestión, pero piensa que aquel no le sirve para encapsular cualquier cosa, dada su limitada capacidad. Grande es su sorpresa cuando descubre, bien en la góndola de un hipermercado, bien en la vidriera de un bazar, que existe una enorme variedad de estos dispositivos. Ni lerdo ni perezoso comienza a surtirse de ellos en sus más variadas formas y tamaños, para cubrir toda necesidad de envasado y contención, casi irracionalmente y sin contemplarlo, gasta una fortuna fraccionada en pequeñas cuotas, en estos maquiavélicos objetos. Primera muestra de la maldad intrínseca que se oculta en ellos! Ahora nuestro héroe posee un pequeño pero importante stock y está dispuesto a usarlo, logicamente. Y es entonces cuando el satánico plan se concreta: nunca, pero nunca más podrá hallar la tapa correspondiente al tupper que esté por usar. Extrañamente ningún envase volverá a coincidir con las tapas multicolores que se apilan al fondo de las alacenas: o son chicas, o son grandes. Si el envase es cuadrado, la tapa indefectiblemente será rectangular, si acaso fuera de boca redonda, las tapas aperecerán ovales...y así, un dia cualquiera, el buen amigo Juancito cae en la irremediable demencia, como puede pasarle a cualquier mortal que use estos recipientes.
Asi que cuidado amigos, no se dejen engañar por las maravillas de la modernidad, que todas ellas traen el mal oculto en su interior...y la comida que sobra dénsela a los perritos de la calle.
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